Enero 1998
El libro digital y el futuro de la edicion
Por Lluís Codina
Resumen: Discusión de las condiciones bajo las cuales, en el futuro, los soportes digitales podrán sustituir al papel como medio privilegiado de edición. El autor examina y critica algunas concepciones que considera erróneas sobre el libro como objeto cultural y realiza una prospectiva razonada sobre el futuro de las empresas editoriales en el mundo editorial.
Title: Digital books and the future of publishing
Abstract: The article discusses the conditions under which, in the future, the digital media will be able to substitute paper as the principal medium of publishing. The author examines and comments on some concepts which he considers to be erroneous, such as those that hold the book up as a cultural object, and he offers his own perspective on the future of publishing and of traditional publishing houses.
Cuando se debate sobre libros electrónicos y publicación digital, surgen inevitablemente dos preguntas esenciales. La primera podría ser la siguiente: ¿sustituirá algún día el libro digital al libro en papel?
Me apresuro a decir que no tengo una respuesta directa a esta pregunta, es decir, no tengo una respuesta del tipo sí o no, como las que, en cambio, han dado, en diferentes ocasiones, dos pensadores de gran prestigio y que podemos tomar como referencia para iniciar una discusión sobre esta cuestión.
Se trata de Nicholas Negroponte, director del laboratorio de medios de comunicación del MIT por un lado, quien no parece tener ninguna duda de que la respuesta es un sí muy grande; y Umberto Eco, profesor de semiótica mucho antes de ser autor de novelas de éxito, para quien la respuesta, contrariamente, es un no muy grande1.
En lugar de hacer como tan respetables autores y responder sí o no a esta pregunta, en este trabajo lo que se intentará hacer, más modestamente, es indicar:
¿Cuáles serían las condiciones razonables en las que el libro digital podría sustituir al libro en papel o, si se quiere, cuáles son las condiciones razonables por las que esa sustitución podría no darse?
Segunda pregunta
Teniendo en cuenta las circunstancias en las que nos encontramos, a saber, ante un posible futuro en el cual los autores podrán poner sus obras directamente al alcance de millones de lectores a través de internet, con un coste mínimo, sería la siguiente:
¿tendrán sentido las empresas editoriales en un contexto generalizado de publicación digital a través de redes como internet?
A esta pregunta la respuesta que se proporcione aquí será mucho más directa, del estilo de sí o no, pero precisamente por eso se reserva para más adelante.
Volviendo a la primera pregunta: el libro como objeto
Para poder realizar algunas propuestas en torno a la primera pregunta hablaremos de dos creencias muy extendidas sobre el libro como objeto. Las creencias son una clase de ideas muy especiales, porque no somos conscientes de ellas y, sin embargo, determinan nuestra concepción de las cosas, de tal manera que son las creencias las que nos poseen a nosotros y no al revés.
En nuestra cultura, y debido al peso de la tradición, el concepto de libro está tan unido a algunas ideas que las asumimos de una forma un tanto acrítica, de manera que han acabado por volverse creencias. Dos de ellas afectan al tema que discutimos aquí, por lo que serán examinadas.
Primera creencia: suponer que la letra impresa y, por tanto, la cultura superior, está unida al papel y solamente al papel.
Responde en parte a un hecho histórico innegable, pero tiene el defecto de que introduce de contrabando la idea de que el libro electrónico, por definición, se opone a la letra impresa. Sin embargo la escritura es escritura, tanto en una hoja de papel en forma de manchas de tinta, como en un monitor de ordenador en forma de puntos encendidos o apagados.
La realidad es que el futuro de la letra impresa es independiente de la posibilidad de que algún día el soporte digital desplace al papel. En caso de que la cultura escrita estuviera en peligro, cosa más que dudosa, la amenaza vendría de la mano de los audiovisuales. Así que debería destacarse lo siguiente: no hay una auténtica oposición entre publicación en papel y publicación digital, sino, entre el hábito de leer y el hábito de mirar.
Para poner un ejemplo: si están descendiendo las tiradas de los diarios en papel en casi todo el mundo es a causa de la competencia de la televisión. De aquí la relevancia de la oposición letra impresa contra audiovisuales. Sin embargo, que esa oposición sea relevante, no significa que el audiovisual esté amenazando de muerte a la cultura escrita. Simplemente, le hace la competencia, al estilo que el teatro, el cine y las salas de baile compiten entre sí para atraer la demanda de ocio, pero en tanto son ofertas distintas, conviven entre ellas sin que ninguna tenga esperanzas de exterminar a las demás.
Ahora bien, ¿qué nos dice todo esto en relación con la primera de nuestras preguntas del millón? Pues nos dice que los defensores de una u otra predicción en torno al futuro del libro no pueden invocar temas referentes a la letra impresa para defender sus posiciones, sean cuales sean. Es decir, supongamos que alguien dice que el libro en papel nunca desaparecerá porque la letra impresa, etcétera...
Pues bien, el argumento no sería válido, porque podría ser que desapareciera totalmente el libro en papel (como han desaparecido a efectos prácticos los documentos escritos en pergamino) y que, en cambio, no desapareciera para la letra impresa. Por tanto, la respuesta ante ese tipo de argumentos consiste en que debe ser negada la premisa.
Segunda creencia
Consiste en la asunción de que, aunque se extienda el uso de libros electrónicos para las obras de referencia, nadie querrá leer nunca una novela, un ensayo, un libro de poesías, etc., en la pantalla del ordenador y, por lo tanto, el libro en papel siempre tendrá el sector más importante del mercado.
Examinemos ahora esta creencia en forma de argumento lógico con una definición, tres premisas y una conclusión. La definición dice que un texto se considera "extenso" cuando equivale al que contienen varias decenas de páginas. Un texto extenso típico sería entonces una novela o un ensayo que, por lo general, y utilizando una definición de la Unesco, superan las 50 páginas impresas.
La primera premisa, por su lado, dice lo siguiente: produce malestar leer un texto extenso en una pantalla de ordenador. La segunda premisa afirma: no produce malestar leer un texto extenso en papel. La tercera dice: leer una novela o un ensayo exige leer textos extensos.
Finalmente, llegamos a la conclusión: el libro electrónico nunca podrá sustituir totalmente al libro en papel, ni siquiera de manera significativa en amplias zonas culturales, como la novela y el ensayo. Naturalmente, en la exposición de este razonamiento nos hemos saltado algunas premisas implícitas, por ejemplo, que los seres humanos prefieren la comodidad al malestar, etc.
¿Dónde está el problema con esta creencia? En que da por supuesto que la deficiente ergonomía actual de los equipos informáticos de visualización, la que causa el malestar, es ontológica, es decir, que forma parte inseparable e inmutable del ser mismo de la informática.
Pero esta creencia es gratuita. Lo que sabemos es que, ahora, los monitores de ordenador son francamente anti-ergonómicos, pero no sabemos cómo serán los de mañana. Es más, existen tecnologías, no ya en fase de laboratorio, sino en plena comercialización, que incrementan la ergonomía de la visualización informática mediante el uso de técnicas diferentes a los rayos catódicos, que es la técnica mayoritaria actual y la responsable de la fatiga visual asociada con la lectura sostenida en un monitor de ordenador.
En el futuro, y no en un futuro necesariamente lejano, sino en cuestión de uno o dos lustros, es probable que tengamos tecnologías de visualización que puedan competir directamente con la ergonomía del papel. En tales condiciones, leer una novela en un monitor de ordenador no será más fatigoso que leerla en papel.
Podemos ocuparnos ahora de la sugerente objeción de Umberto Eco relacionada con la forma de los libros en papel adaptados a la forma de la mano humana. No tenemos ningún motivo para sostener que la industria informática del futuro vaya a ser incapaz de fabricar ordenadores del tamaño y peso de un libro de bolsillo actual, a la vista de los que podemos encontrar ya en las tiendas, y con un sistema de visualización con tanto o mayor confort que el que ofrece el papel. Como he dicho, ya tenemos anticipos en el mercado de que tal posibilidad es plausible.
La conclusión para la primera pregunta
Examinadas así nuestras dos creencias principales, ¿se puede llegar a alguna conclusión respecto a la primera de las dos preguntas? Entiendo que una conclusión válida es la siguiente: no sabemos si en el futuro el soporte digital barrerá al papel (por ejemplo, igual que este último barrió al pergamino), pero sí podemos decir en qué condiciones tal cosa podría suceder: el libro digital desplazará al libro en papel de manera significativa cuando los equipos informáticos proporcionen la misma ergonomía de visualización y comodidad de uso que proporcionan los libros actuales, pero no antes.
Si examinamos la cuestión con más detalle podemos decir lo siguiente:
Si algún día la industria informática es capaz de:
entonces:
Así pues, el punto importante en esta manera de enfocar el tema es que la cuestión no depende de innovaciones científicas, cosa que alejaría la cuestión a un plazo de tiempo indefinido, sino del refinamiento de las tecnologías actuales.
Como sabemos que tales refinamientos son viables, parece muy probable que el soporte digital acabe sustituyendo al papel de manera significativa en un proceso que podría comenzar en cuestión de uno o dos lustros.
Por último, una precaución. Pudiera ser que existieran otras ventajas ergonómicas en los libros en papel y que ahora no somos capaces de detectar, por lo cual, se podría enunciar algo así como la Ley General de las Transformaciones en Medios de Comunicación: un medio, una tecnología o un soporte de comunicación nuevo sustituye a un medio, una tecnología o un soporte antiguo si y sólo si el nuevo medio subsume absoluta y completamente a todas y cada una de las propiedades del medio, la tecnología o el soporte de comunicación antiguo.
Tal vez parezca una ley poco audaz, e incluso suene peligrosa, a mero sentido común, pero si se hubiera entendido o tenido en cuenta en algunas ocasiones, se hubieran ahorrado ríos de tinta y estrepitosos fracasos teóricos, tales como la sucesión de predicciones sobre la sustitución del teatro por el cine, de la radio por la televisión y la muy sonada de la cultura de la letra impresa por la cultura audiovisual.
Se hubieran evitado también grandes fallos industriales, relacionados con proyectos que, a la luz de la ley anterior, eran de todo punto inviables, tales como el primer intento de libro electrónico de una importante y reputada empresa japonesa, basado en una sorprendentemente pobre ergonomía de visualización y en un teclado inverosímilmente incómodo.
La conclusión para la segunda pregunta
¿Tienen futuro las empresas editoriales en un contexto generalizado de publicación digital? En este caso, como se dijo, se proporciona la respuesta inmediatamente: las empresas y organizaciones editoriales tienen su futuro asegurado y un importante papel en las futuras autopistas de la información.
Aclaremos que se puede entender por "organización editorial" la clase de organismos que constituyen, por ejemplo, las editoriales de diarios y otras formas de prensa escrita.
En ese sentido todo parece indicar que tienen todo el futuro del mundo. Es más, por mucho que cambie el entorno tecnológico, las empresas y organizaciones editoriales solamente cambiarán en cuestiones accesorias, ya que, en esencia, serán exactamente la misma clase de empresa y tendrán tanta importancia en la publicación digital en red o más de la que tienen ahora.
Una observación atenta del fenómeno internet nos puede proporcionar algunas pistas inequívocas. La primera: aunque cualquier ciudadano puede poner un servidor de documentos web en el ordenador de su casa, o alquilar un espacio de disco en el proveedor de acceso a internet, ningún autor individual puede competir con la capacidad de atracción de los sitios web de las grandes empresas de la comunicación.
Precisamente, a medida que se incrementa el número de ciudadanos y el de pequeñas empresas que han decidido publicar por su cuenta, la Red se va convirtiendo en un inmenso ruido de fondo del que solamente pueden destacar algunos sitios web sobre la base de grandes inversiones.
Por idéntica razón -las facilidades de publicación que brinda la Red-, los usuarios o consumidores evitan gastar su tiempo en sitios web que ofrecen escasas garantías de proporcionar información útil. Un gran nombre editorial, como el de los diarios o empresas de comunicación importantes, ofrece esa garantía, y cuantas más empresas publiquen en la Red, más destacarán esos nombres.
En cualquier modo, si se examinan las labores de las empresas editoriales puede verse que el modelo de publicación digital en red no pone en peligro sus funciones. Reducidas a su expresión esencial, podríamos enunciarlas así: el propósito de las empresas editoriales es conseguir atraer al consumidor mediante una adecuada política de selección, adaptación, difusión y elaboración de información, a través de productos tales como libros, revistas o periódicos, y con el concurso de autores expertos.
En la publicación a través de internet ninguna de las subfunciones anteriores deja de tener sentido. Los consumidores favorecerán las empresas que publiquen productos informativos de alta calidad, y los autores de tales productos desearán maximizar su impacto (y su beneficio) cediendo la explotación de su producción (en determinadas condiciones) a empresas capaces de atraer a un gran número de lectores y de soportar a un gran número de accesos concurrentes a sus ordenadores. Por otro lado, obtener éxito publicando en la Red exigirá campañas de promoción y difusión cada vez más caras y, por tanto, fuera del alcance de particulares.
El escéptico que desconfíe de estos planteamientos no tiene más que ver qué está sucediendo ahora mismo en la Red. Pese a su (inmerecida) fama de absoluta democratización, en internet son los sitios web de las grandes empresas de comunicación los que reciben el mayor número de visitantes y los que captan la mayor parte de la inversión publicitaria. Ningún particular ni ninguna pequeña empresa puede competir con la capacidad de atracción de los sitios web que exhiben las grandes cabeceras de diarios, editoriales, agencias de prensa o editores de revistas.
En el futuro, la publicación de libros digitales exigirá el mismo tipo de actividad profesional que ahora, y (casi) el mismo tipo actividad industrial que ahora, ya que en la futura industria de la publicación digital será necesario:
a) un equipo de profesionales que seleccione los mejores originales para atraer a los consumidores, puesto que no tenemos que suponer que los lectores serán acríticos y no preferirán unos autores a otros;
b) otro grupo de expertos que realice buenos productos editoriales desde el punto de vista de las artes gráficas, puesto que no podemos suponer que los lectores del futuro no preferirán acceder a un sitio bien diseñado antes que a uno mal, al igual que ahora prefieren un libro bien impreso antes que uno mal impreso;
c) una buena infraestructura informática para soportar y gestionar el acceso concurrente de miles, tal vez, decenas de miles de usuarios a la vez, y un tráfico mensual de millones de conexiones;
d) capacidad para diseñar campañas publicitarias que individualicen los productos delante del consumidor y que promocionen a sus autores.
Por lo tanto, podemos concluir que, en el futuro, las organizaciones y empresas editoriales, o como quiera que se les llame en ese momento, serán tan necesarias, si no más, que ahora, y jugarán un rol tan importante, sino más que ahora.
Bibliografía sobre el tema
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Notas
1 Las posturas de Negroponte sobre el futuro de la publicación pueden seguirse en la serie de artículos que publica en la revista Wired, una parte de los cuales han sido recogidos en su libro de 1996, El mundo digital, que en castellano ha sido publicado por Ediciones B. Por su parte, Umberto Eco dejó constancia de la suya en este respecto con ocasión de la última Feria del Libro de Frankfurt, en una conferencia que pronunció sobre esta cuestión y en la que realizó la famosa afirmación según la cual el libro tradicional no desaparecerá nunca porque está hecho a la medida de la mano.
Este artículo es una adaptación y ampliación especialmente realizada para IWE de la conferencia sobre el libro digital impartida por el autor en el Salón del Libro, Liber 97.
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