Por la importancia que este fenómeno ocupa en la selección, acopio, organización y difusión de información biomédica, y a propósito de la gentil invitación del Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas para participar en estas jornadas conmemorativas, el presente documento pretende esbozar consideraciones generales sobre la producción hemerográfica en ciencias de la salud y las implicaciones relativas al comportamiento histórico de los precios de las suscripciones.
Pretendo también hacer un análisis de las principales causas que originan el incremento de dichos precios y hacer comentarios sobre los distintos puntos de vista que sobre el particular han asumido los tres grupos involucrados: editores, bibliotecarios y usuarios.
Finalmente, se sugieren algunas alternativas para enfrentar la problemática expuesta. En mi función como Gerente de Ventas de una agencia internacional de suscripciones, asumo cotidianamente el compromiso de asesorar a mis colegas bibliotecólogos de los países latinoamericanos en el proceso de selección y desarrollo de colecciones hemerográficas. Les ruego considerar ésta una modesta aportación a dicho compromiso.
Se calcula también que en esas revistas se publican anualmente un promedio de dos millones de artículos. De ahí que si un médico deseara mantenerse al día leyendo dos artículos diariamente, al final del año estaría atrasado sesenta siglos. Si un médico quisiera, por otra parte, leer toda la información relevante en el área biomédica, necesitaria leer algo así como 6 000 artículos por día.
A pesar de que la aseveración anterior parece exagerada, y por utópica imposible, lo cierto y demostrable es que los científicos de la salud constituyen el grupo profesional que mayor cantidad de información produce y, en consecuencia, el que mayor cantidad de información consume. Este fenómeno corresponde a la premisa internacional mente aceptada de que información genera conocimiento, que genera información, que genera conocimiento...
En virtud de lo anterior, resulta lógico afirmar que los profesionales de la medicina consumen gran parte de su tiempo en mantenerse actualizados de una u otra forma. Esto continuará, en la medida en que la información se hace cada vez más compleja, variable y profunda. Stross ha afirmado que un médico norteamericano "promedio" consume 425 horas cada año en actividades educativas, distribuidas de la siguiente manera. Anualmente, lee artículos de revistas que le ocupan un total de 150 horas (3 por semana), discute temas de su especialidad con sus colegas otras 100 horas, toma, como promedio, 75 horas de cursos formales de actualización, lee libros alrededor de 50 horas (una tercera parte del tiempo dedicado a la lectura de artículos) y habla 50 horas aproximadamente con representantes farmacéuticos. Un estudio de mercado —realizado también en los Estados Unidos en 1990, a una muestra representativa de patólogos—, reveló que la lectura de artículos de revistas y de libros seguía siendo el método preferido por ellos como medio de educación continuada.1
En la década de los sesenta, una importante cantidad de autores, entre ellos Alvin Tofler y Frederick Lancaster, se aventuraron a predecir que la humanidad se aproximaba a convertirse en los ochenta en una sociedad sin papel.
Si bien es cierto que los descubrimientos tecnológicos en las ciencias de la computación y las telecomunicaciones que sucedieron a dichas predicciones han hecho posible el acceso en línea y en disco compacto a servicios de almacenamiento y recuperación de información, tanto referencial como de texto completo, éstos son simplemente otros medios de transferencia de información que complementan, pero no sustituyen aún a la palabra impresa.
En mi opinión, el uso de esta tecnología se sitúa atrás de la propia capacidad tecnológica y mucho más atrás de su disponibilidad. Los mejores ejemplos, para ilustrar el atrevimiento de mi afirmación, que puedo citar a ustedes son el reciente fracaso del más ambiocioso esfuerzo realizado en los Estados Unidos para distribuir información biomédica por medios electrónicos, el proyecto AMA/NET, fuertemente apoyado y promovido por la American Medical Association; y el modesto resultado de ADONIS, un proyecto conjunto de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, y los editores Elsevier y Excerpta Medica para publicar en disco compacto el texto completo de aproximadamente 400 títulos de revistas.
En el primer caso, el proyecto AMA/NET no tuvo la demanda cuantitativa que se esperaba y que justificaba el autofinanciamiento de este ambicioso proyecto. A pesar de los inmensos esfuerzos tecnológicos, informativos, de mercadeo y financiero (pues se invirtieron muchos millones de dólares durante algunos años), la American Medical Association decidió suspenderlo por incosteabilidad en 1990.1
Respecto de ADONIS, a pesar de que el proyecto se piloteó en forma experimental durante cinco años antes de lanzarlo al mercado, éste no ha tenido la suficiente aceptación y penetración entre las comunidades médica y bibliotecológica. Tal situación no es producto de una débil inversión y mucho menos de un mal programa de mercadeo, sino del simple hecho de su ineficacia "costo-beneficio", ya que si bien es cierto que el precio "inicial" de la suscripción es de US $16 000,00 aproximadamente, la consulta y/o impresión de cada artículo implica al usuario el pago de regalías al editor de US $3,00 y US $6,00, respectivamente.
Yo creo, simplemente que, mientras no ocurra algo verdaderamente trascendental, las cosas seguirán como hasta ahora por algún tiempo; es decir, la producción de revistas especializadas seguirá proliferando y dentro de cin cuenta años seguiremos sorprendidos de la pasmosa rapidez con que esto ocurre.
Guardadas las debidas proporciones, el fenómeno ha existido, existe y existirá conservando siempre un paralelismo estadístico con el crecimiento poblacional. Baste mencionar tres citas alusivas a este fenómeno, producidas más o menos a intervalos de cincuenta años: "La publicación de dicho tema roba las pocas horas de distracción del hombre de ciencia" (J.N. Langley, 1899); "La ciencia está en peligro de perecer en sus propias secreciones" (Sir Robert Hutchinson, 1940); "Los aspectos relativos a la explosión de información están entre los más críticos de los que enfrentan las ciencias de la salud" (Mary Ann Payne, 1989). Consideremos, sin embargo, que cuando se produjo la primera cita había alrededor de 1 000 a 1 500 revistas biomédicas; cuando se conoció la segunda, 1949, este número se había incrementado a 5 000 o 6 000, y que en el momento de la tercera, 1989, ya estaba muy cerca de los 25 000 que mencioné al principio de esta charla.2
¿En qué me baso para afirmar que el incremento de la producción documental es paralela al crecimiento poblacional y que, por tanto, no existe realmente el tan discutido fenómeno de la explosión informativa? Dereck de Solla Price, estudioso de las ciencias de la información, demostró en 1961 esta progresión estadística comprobando que el número de publicaciones científicas y tecnológicas se ha duplicado cada quince años, con un crecimiento constante promedio del 5 % con relación al incremento poblacional.3 En 1981 explicó que la ciencia evoluciona en disciplinas, subdisciplinas y sub-subdisciplinas.4 Según Price, cada diez años aparece una nueva división que crea conjuntamente su propio "colegio invisible" y cada uno requiere sus propios medios de comunicación intraprofesional, donde al principio la población consumidora de información es idéntica a la productora. De esta forma se han generado diversas categorías de revistas en cinco o seis generaciones, cuya evolución continúa.
Edward Huth, editor emérito de la revista Annals of Internal Medicine, demostró también, en 1989, que durante los últimos treinta años ha habido una relación constante entre el número de revistas que adquiere la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos y el número de médicos, odontólogos y enfermeras registrados en dicho país. Esta relación constante ha sido de 17 revistas por cada 1 000 profesionales de la salud.5
Por todo lo anterior, soy de los que creen que al final de este milenio los usuarios de la información, y concreta mente los médicos, profesores, investigadores, estudiantes y residentes seguirán obteniendo la mayor parte de sus conocimientos médicos de la información impresa editada en revistas de su especialidad.
En mi opinión, los medios alternos de transferencia de información, especialmente los electrónicos, continuarán siendo un importante complemento de los métodos tradicionales; pero si tuviera que escoger entre todos los medios automatizados existentes el que tendrá mayores oportunidades de expansión durante esta década, éste será sin duda el disco compacto (CD-Rom), que muy probablemente evolucionará muy pronto de su versión Rom (Read Only Memory) a la posibilidad de introducir, grabar y copiar información. Sin embargo, el comportamiento del mercado dirá la última palabra.
Desde 1965, Brandon y Hill compilan y publican anualmente la lista selectiva de libros y revistas para la pequeña biblioteca médica.6 Dicha compilación recomienda el número mínimo de títulos de libros y revistas que ésta debe adquirir: 606 libros y 143 revistas con una inversión de US $ 87 000,00 para 1993, mientras que la lista de 1965 costaba US $ 7 080,00. Concentrando nuestra atención en las publicaciones periódicas, el precio promedio de una suscripción en 1965 era de US $ 13,90 y, en 1993, de US $ 150,88, lo que significa un incremento del 985 %.
Por treinta y tres años consecutivos, American Libraries ha publicado el Indice de Precios de Publicaciones Periódicas Norteamericanas. La edición correspondiente a 1993 muestrea 3 941 títulos que agrupa en 25 disciplinas, de los que analiza y registra los cambios de precio ocurridos en el año en curso y presenta los resultados, comparándolos con los últimos tres años (1990-1993). Este año incluyó la categoría "traducciones del ruso", que tiene el precio promedio más alto: US $ 906,26. Medicina, cuyo precio promedio es de US $ 288,38, se mantiene desde hace diez años en el tercer lugar, lo que quiere decir que sólo las traducciones del ruso y química tienen un precio promedio más alto.7
Como tercer ejemplo comentaré el estudio realizado por Lynn Fortney y Víctor Vasile, que examina el comporta miento de los precios de los títulos analizados por Index Medicus en un período de cinco años: 1987 a 1991. Según este estudio, el costo total de las suscripciones de los 2 965 títulos de Index Medicus de 1991 fue de US $ 612 689,92, lo que representó un incremento del 72 % respecto de los US $ 360 000,00 que costaba adquirir la misma colección en 1987. De acuerdo con dicho estudio, el costo promedio de una suscripción en 1991 era de US $ 255,39, con variables que iban de US $ 926,25 para Analytical Chemistry a US $ 31,74 para Military Medicine.8
El estudio profundiza el análisis por especialidad, conforme a la clasificación empleada por la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos en Index Medicus. Como resultado de este análisis, el incremento más alto del precio promedio correspondió a ingeniería biomédica, que creció el 222 % desde 1987. El incremento más pequeño fue para historia de la medicina, con sólo el 23 % en el mismo período.
Como producto del mismo documen to, se establece que del total de títulos (2 965) en Index Medicus, el 29 % corresponde a revistas de materias básicas y de investigación y el 71 % a revistas de materias clínicas. No obstante, las revistas básicas y de investigación son más costosas, ya que su costo es del 45 % del costo total, es decir US $ 275 710,41, mientras que la adquisición de todas las revistas clínicas consumiría el 55 %, lo que significa US $ 366 979,40.
Fortney y Basile analizaron también el comportamiento de precios por países, con el propósito de determinar el impacto de la fluctuación cambiaria del dólar norteamericano con respecto a las diferentes monedas, con énfasis especial en aquellas divisas de paridad variable, es decir las monedas europeas; ya que si el dólar se debilita respecto a éstas, el costo de dichas suscripciones se eleva en consecuencia. Así, encontraron que durante 1991 el promedio más alto (US $ 840,57) correspondió a las publicaciones originadas en los Países Bajos (seguramente de Elsevier y Excerpta Medica), mientras que el promedio más bajo (US $ 12,73) resultó ser el de las revistas editadas en Malasia.
Por consecuencia, los aumentos en los costos de producción originan incrementos en los precios. Cada vez que se negocia un contrato colectivo de trabajo o se firma un pedido de compra, los costos de la mano de obra, del papel y de otros materiales cambian. Existen también otros costos que se incorporan al esquema de precios de una suscripción: los que corresponden a la impresión, encuadernación, acabado, circulación y servicio postal.
Como sabemos, y se ha demostrado, los costos de estos factores de la producción se han elevado en forma considerable en los últimos años. A diferencia de los editores de libros, cuyos costos de producción pueden no ser recuperados jamás, los costos de publicación de las revistas están generalmente en poder de los editores antes de que esta publicación ocurra. El editor produce entonces sólo el número de ejemplares suficientes para cubrir las suscripciones pagadas y un pequeño tiraje adicional para satisfacer las posibles reclamaciones.
Para el editor de revistas el tiempo otorga un valor adicional al dinero, ya que puede cubrir sus costos de producción a través de las suscripciones prepagadas. Al establecer los precios de las suscripciones, los costos de producción se distribuyen entre los suscriptores. Cuando el número de suscriptores disminuye, los mismos costos de producción se prorratean entre un menor número y el precio se incrementa. Esta situación puede conducir a un círculo vicioso donde las bibliotecas que mantengan la suscripción tienen que pagar precios más altos.
Por otro lado, es práctica común el que las grandes casas editoras utilicen parte de las ganancias obtenidas de las publicaciones con buena reputación para apoyar el nacimiento de nuevas publicaciones. La promoción de una nueva revista toma de cinco a ocho años, con un rango mínimo de 200 a 700 suscripciones para ser rentable; mientras tanto el editor "pierde dinero". Pero una vez que dicha revista obtiene cierto nivel de aceptación y el número de suscripciones crece y se estabiliza, las utilidades generadas por este título serán dirigidas al financiamiento temporal de otra nueva. Como también sabemos, muchas de esas nuevas revistas no logran su objetivo y mueren por "inanición".
Como Price apuntaba,4 cada nueva subdisciplina crea su propio "colegio invisible" integrado por investigadores, científicos y profesores que demandan un espacio de comunicación para sus manuscritos, circunstancia que los editores "aprovechan" para abrir los espacios que satisfagan los intereses específicos de esa comunidad; pero como aún se trata de un pequeño número de especialistas, los costos de producción se dividen entre ellos, dando por resultado precios altos para dichas suscripciones.
Adicionalmente, se presenta otro fenómeno digno de ser comentado brevemente. Aunque las bibliotecas son los principales compradores de suscripciones, también los individuos adquieren revistas especializadas por suscripción. Esto significa que el editor produce para dos segmentos distintos de mercado: el institucional y el personal. No obstante, aunque los costos de producción son los mismos, algunos editores han establecido precios diferentes para ambos segmentos. Los propios editores justifican esta diferencia de precio con dos argumentos:
a)El ejemplar de la biblioteca es usado por muchos usuarios, mientras que el ejemplar individual beneficia a uno o muy pocos usuarios. Así, el valor (o beneficio marginal) derivado de la suscripción individual es menor que el de la suscripción institucional.
b)En virtud de que la nuevas revistas al nacer tienen una clientela muy reducida, los editores obtienen los ingresos y hacen sus proyecciones de equilibrio costo-beneficio considerando exclusivamente las suscripciones institucionales. De manera tal que, con el propósito de incrementar las suscripciones institucionales, bajan el precio de las suscripciones personales, porque mientras mayor sea el número de miembros del "colegio invisible" que adquieran su suscripción, los bibliotecarios recibirán más solicitudes para que la Biblioteca se sucriba a dicho título.
Los bibliotecarios reconocen que los editores deben incluir los costos de papel, de la mano de obra, de impresión, encuadernación, circulación y correo. Sin embargo están conscientes de que algunos editores establecen estos costos de forma liberal. Algunos bibliotecarios conocen la práctica de los editores para financiar el nacimiento de nuevas revistas, pero también saben que no es ético que un productor eleve "artificialmente" sus precios al público para obtener mayores utilidades. En virtud de que el mercado de la información es un mercado cautivo, los bibliotecarios están preocupados por la falta de control costos-precios que se dan en la producción de publicaciones científicas, que lo convierten en un mercado que no es libremente competitivo.
De acuerdo con la teoría económica, en los mercados de competencia, el productor que reduce sus costos al máximo obtendrá los mayores márgenes de utilidad al vender a un mejor precio. Por el contrario, el incremento de precios, más que servir de estímulo actúa como una barrera de la competencia.
Paradójicamente, cuando el precio de las suscripciones se eleva, el mercado se hace más atractivo para los editores que desean introducir un nuevo título en el mercado; pero los bibliotecarios, que se ven forzados a reducir sus suscripciones, tienden a cancelar la suscripción de las revistas nuevas y mantienen las suscripciones de las revistas con mayor reputación. Así que el incremento indiscriminado perjudica también a los editores de las revistas nuevas y en consecuencia al "colegio invisible" que las originó.
Desde la perspectiva de los bibliotecarios, los editores evalúan las oportunidades de mercado basados exclusiva mente en la posibilidad de obtener utilidades, sin considerar las necesidades del comprador de la suscripción para obtener información relevante y oportuna a un precio razonable.
Por otra parte, aunque los bibliotecarios conocen la práctica de precios diferentes para las suscripciones institucionales y personales, rechazan la argumentación de los editores del beneficio marginal y del punto de equilibrio mencionados anteriormente. En el primer caso, porque se trata de productos idénticos con el mismo costo de producción a precios diferentes y en el segundo porque al establecer un precio mayor para las bibliotecas, el editor está utilizando fondos de las suscripciones institucionales para subsidiar los precios bajos de las suscripciones individuales.
El uso de segmentos de mercado diferentes presupone que no existe transferencia alguna del grupo de bajo costo al grupo de alto costo. Pero sabemos también que algunas bibliotecas violan principios éticos y legales al adquirir suscripciones "usando" a sus profesores como "presta-nombres" para pagar el precio de la suscripción individual, aun cuando en realidad su costo es cubierto con fondos de la institución y no del salario de los profesores.
Desde el punto de vista de los usuarios consumidores de información, el objetivo principal de la biblioteca es satisfacer oportunamente sus necesidades de información documental. La reducción de las colecciones o de los servicios provocan frustraciones a los usuarios que ven este servicio como un derecho para ellos y, por tanto, como una obligación de la biblioteca.
Como hemos dicho antes, la mayoría de los educadores del área biomédica conceden que los libros y las revistas son la fuente primaria de educación continuada y de generación de avances del conocimiento en sus respectivas especialidades.
Un acceso ineficiente a las fuentes y servicios de información que proveen sus bibliotecas conlleva una educación de mala calidad y grandes dificultades para mantenerse actualizados.
Como consumidores de información, en ellos recae la principal responsabilidad de la selección y, por tanto, ejercen presión para la adquisición de las suscripciones de su interés. Para ninguno de nosotros es ajeno el hecho de que se requiere de un solo profesor para iniciar una suscripción, pero de todo el cuerpo docente para discontinuarla.
Como productores de información científica, los usuarios promueven la creación de nuevos foros de comunicación y buscan publicar los resultados de sus investigaciones en las revistas más visibles, más reputadas y, por tanto, de mayor circulación. Saben que si sus trabajos son publicados en estas revistas se comunicarán con un mayor número de sus colegas, reforzando o mejorando su prestigio profesional. Saben también que una de las formas de lograr mejores salarios, status o financiamiento para sus proyectos es la de publicar en revistas "prestigiadas", y que mientras mayor sea el número de contribuciones publicadas sus merecimientos y logros también serán mayores. Paradójicamente, al producir sus manuscritos y al apoyar la continuidad de las suscripciones de estas revistas, están indirectamente avalando y apoyando el incremento en los costos de la biblioteca.