por Morena Fournier
El profesor y licenciado en Bibliotecología y Ciencias de la
Información Julio Díaz Jatuf comenzó en el año 2012 con los cursos de Bibliotecología social: de la teoría a la práctica. Este año, bajo la temática particular de comunidades
vulnerables, asistí al encuentro realizado el sábado veintinueve de agosto de
9.30 a 13hs en el Instituto de Formación Técnica Superior n° 13.
Me llamó poderosamente la atención el nombre, la
especificidad: bibliotecología y social.
Quise saber más. Fue así que me enteré de algo llamado bibliotecología progresista, nacida en Estados Unidos en los años ’30
“como una aplicación directa de las ideas del progresismo norteamericano al
campo de las ciencias de la información de la época, la bibliotecología
progresista (BP) se configuró y desarrolló como una corriente de pensamiento y
acción dentro del colectivo bibliotecario, heredera a su vez de otras
corrientes, movimientos y escuelas que pueden rastrearse al menos hasta el
siglo XVII” (Civallero, Edgardo. Aproximación a la bibliotecología progresista). Esta sub división de la bibliotecología
de la época fue mutando y cambio su nombre al expandirse por el mundo. Llegó a
América del Sur y se convirtió en la ya denominada bibliotecología social, una bibliotecología expandida que no es
ajena a su entorno sino que se asume como parte de la realidad en la que está
inmersa la biblioteca, entendida como un centro de información fundamental para
todos los pueblos y comunidades, que debe luchar a la par de sus iguales por
todo lo que a la libertad y libre expresión se asocia.
Entendiendo, entonces, a la bibliotecología como algo
necesariamente social, es que nos encontramos con los cursos del licenciado Díaz Jatuf. Empezamos la entrevista con un preámbulo de anécdotas
profesionales y una simpleza particular
que evidentemente lo caracteriza, donde entre otras cosas me cuenta su
experiencia con un alumno que se le acercó después de clases: “el otro día un alumno justamente de acá
(IFTS) dijo “gracias profesor porque es la primera vez que puedo contar una
experiencia personal”, porque los incentivo a que no tengan miedo a
equivocarse. Yo le digo que su aporte es muy valioso porque todos aprendemos,
yo aprendo. “Si”, dice, “pero nunca lo pude hacer”. Y le digo: ¿cómo se va a
construir el conocimiento sino? Si no damos esta intervención a los alumnos, si
no les damos este lugar que es el lugar que a mí me hubiera gustado siempre
tener”.
Me llamo la atención
enterarme qué fue la bibliotecología progresista, cómo creció el concepto, cómo
se transformó, y mutó a lo que hoy es la bibliotecología social. Es interesante
esto que se plantea de qué es la bibliotecología, si es esto de estar lejos del
entorno con tus libros y en tu biblioteca, o este rol comprometido que dice “si
información es conocimiento, tenés que ser parte de tu contexto histórico y
luchar por la democracia, la libertad de expresión, y todo lo que tiene que ver
con esa información que tenés que manipular”. ¿Cómo empezó usted a
relacionarse con el concepto de “bibliotecología social”?
Bueno, un poco para aclarar algunas cosas, esta cuestión de
la terminología es importante, esto que detallaste de la bibliotecología
progresista. Generalmente son sinónimos, lo que pasa es que están abocados
desde diferentes puntos de vista. La bibliotecología progresista está más
relacionada a los Estados Unidos, por el tipo de ideología, de situación con la
cual se movió. Para nosotros nos ha pegado más en el cono sur la terminología
de lo social, que es lo que más se involucra en esta construcción. Y yo me
relaciono especialmente desde lo social como estudiante en primera instancia,
cuando empiezo a ver la poca representatividad que han tenido las bibliotecas
públicas, especialmente en mi ciudad en Córdoba. Pero el tema también, como
estudiante, al ver que había muchas cosas que se aprendían desde la teoría que
no se podían llevar a la práctica en la realidad argentina. Contacto con lo
social en el aspecto que teníamos muchas veces que ver situaciones que pasaban
en bibliotecas de otras partes del mundo cuando nuestras realidades eran diferentes. Por ejemplo, compañeras que trabajaban por hora en casas, en
limpieza, para mantener sus estudios en bibliotecología, y de pronto no podían
unir estos dos mundos de una biblioteca muy linda y con servicios a
disposición, especialmente en el hemisferio norte, con una carencia muy grande
de bibliotecas públicas que sucedía en nuestro país. Y ellas especialmente
relacionadas en esta situación de vivir el día a día para poder mantener los
estudios y no lograr valorizar ese punto de vista, que para mi hubiera sido muy
importante si se bajaba esa teoría a la práctica, en los entornos que hubiéramos
estado de aprendizaje. Esa fue una segunda instancia para mi muy
ejemplificadora. Una tercera instancia obviamente la vi en los docentes que se
separaban y había una dicotomía entre la teoría y la práctica. Y una cuarta
propuesta, que fue una de las cuestiones más importantes, fue trabajar en forma
comunitaria con una colega en Córdoba, con la profesora Isabel Mendoza, que hay
trabajos hechos en E-lis, sobre la experiencia en las bibliotecas comunitarias con la orientación en salud,
que se llevó a cabo en Córdoba en tres barrios carenciados. Entonces el
contacto siempre de lo social ha sido especialmente de las realidades
vivenciales, y por eso he llamado siempre a mis cursos “de la teoría a la práctica”, para poder bajar esa teoría a la
realidad. Y como profesional, siempre vivenciar en las bibliotecas tanto en las
públicas como en la especializada, las necesidades muchas veces no devueltas en
el mostrador. Mucha gente que iba en realidad a pedir una información, pero uno
veía a un estudiante cansado, agobiado, que no tenía recursos, y trataba de ayudarlo desde donde se podía.
Después lo vivencié mucho como docente, de ver muchas veces las realidades
alejadas que tenían mis pares (algunos, otros no), y también de los alumnos, y
lograr revertir o tratar de revertir esta situación. Y hoy como investigador me
lleva a replantearme constantemente un montón de cosas, que estoy en este
proceso de mejorar la situación, a ver qué es lo que se puede hacer y producir
conocimiento a través de la cátedra libre en bibliotecología social, que para
eso se está trabajando, especialmente con cuatro líneas de investigación: se
sigue con las bibliotecas comunitarias
con orientación en salud, bibliotecas multiculturales es otra línea, se trabaja
también sobre información y género, y sobre necesidades de información en las comunidades GLTTIBQ, a la
comunidad gay y lésbica. Hoy mi labor social por excelencia es formar
gratuitamente a la comunidad interesada, no solamente estudiantes, no solamente
colegas docentes, sino a todo aquel que le interesa la temática y que es parte
en la construcción del conocimiento, que está relacionado con las bibliotecas,
los museos y la archivología, que trabajamos dentro de las ciencias de la
información y de la comunidad abierta.
¿Podríamos decir que
la bibliotecología social es una especie de militancia, o una rama más
combativa de la bibliotecología?
Muchas veces con la palabra militancia hay que tener cuidado porque se la asocia con una
ideología, pero si me gusta usar la palabra cuestionadora.
La bibliotecología social es por excelencia cuestionadora. Porque obviamente se
centra en dos situaciones primordiales, que son el compromiso social que debe
tener el profesional de la información, que somos nosotros, no solo a nivel
disciplinar sino nosotros como profesionales comprometidos con el sistema
social y político. A la palabra política
no hay que tenerle miedo porque estamos dentro de procesos políticos. Por ahí
las ideologías son otras cosas. Pero sí en primera instancia ese compromiso que
debemos tener y asumir. Y en segunda instancia cuestionar también lo que la
disciplina tiene, porque muchas veces establecen cosas que se dan por certeras
y no lo son. Cosas que se dan por claras, concretas, y tampoco lo son. Todo es
plausible de ser mejorado, pero siempre relacionándose con el entorno. Nosotros
como profesionales bibliotecarios, profesionales de la información, servimos a
comunidades definidas. Nuestro entorno no está puesto solamente en las paredes
sino que tenemos que ir más allá de los muros. Sacar las bibliotecas a las
plazas. Sacar las bibliotecas a las canchas. Sacar la lectura a todos los
espacios públicos, ¿por qué no? Hay que trabajar para ello. Entonces, ¿qué es
lo que tendría que ser la bibliotecología social para mí? Cuestionadora completamente,
no para ponerle palos en la rueda, al contrario, para buscar un consenso y
mejorar. Estoy cansado de estructuras de hace años, que se conformaron máquinas
de impedir, a nivel disciplinar. Hoy hay que revertir eso de manera urgente y
hacer una bibliotecología cuestionadora y constructiva positivamente, que es
para mí lo que hoy tiene que ser la bibliotecología social.
¿Considera que la
bibliotecología social puede ser una sub disciplina dentro de una
bibliotecología general? Y si ese es el caso, ¿podemos hablar también de una
bibliotecología científica? O quizás es un gran comodín que se puede adaptar
tanto a un lado más científico como a un lado más social.
La bibliotecología por naturaleza tiene que ser social. Ser social no significa sacar los métodos
científicos que tenemos de las ciencias sociales, porque eso lo podemos seguir
abordando. Social también significa ser empírico, metódico en las
investigaciones. Tiene que ser social en todos sus aspectos, pero una cosa no
quita la otra. Me encantaría poderle sacar la palabra social a la bibliotecología, pero lamentablemente en un momento de
la historia se separó y la disciplina pasó a constituir algo de lugares
cerrados, lúgubres, de conocimientos egoístas que no se compartían. No digo de
todos los profesionales, hay profesionales especialmente en las bibliotecas
públicas y comunitarias que siguen haciendo una gran labor. Y poderla plantear
desde diferentes puntos de vista. Hoy yo sigo hablando de bibliotecología por
más que se diga social, tomando siempre la parte académica, mi lugar
especialmente de injerencia de la bibliotecología social es a partir de la
construcción en la educación superior, y poder hacer la devolución a la
comunidad en todo lo disciplinar que se va viendo. Pero espero que en un futuro
cercano se le saque social y siga
siendo bibliotecología o en sus
versiones a futuro, que quizás tengamos que cambiar el nombre de nuestra
disciplina, pero siempre seremos profesionales de la información. Quizás nos
tengamos que llamar infotecarios, no
lo sé. Habrá que ver cómo evoluciona y hablar solamente de lo disciplinar, por
ahora de la bibliotecología. Eso espero.
¿Es la alfabetización
informacional, a esta altura, en este siglo y en el año 2015, un problema tan
grande de profesionales como de usuarios, como lo fue en un principio? Está
bien que hay comunidades que no tienen acceso por igual, pero la tecnología
está mucho más inmersa en el día a día como para que la alfabetización
informacional sea un gran conflicto.
Yo creo que sí, porque en la era de la información es cuando
más desinformación hay, lamentablemente. Entonces muchas veces los sistemas son
máquinas de impedir o de obstaculizar. Antes quizás estaba puesto en el ser
humano cuando se negaba una información. Hoy muchas veces si vemos un
determinado formulario para completar o llenar en línea por ejemplo, son tantos
los requisitos, los pruritos, muchas veces por el hecho de que hay intereses
sobre los datos, y que constituyen otras bases de datos, y se van estableciendo
sub productos de productos. Entonces, sí, hay que hacer un abordaje sobre la
alfabetización, es fundamental, pero para hacerla cada vez más accesible e
inclusiva, una tecnología social por
un lado. Y por el otro lado conformar espacios éticos de información, tanto de
los profesionales mismos que elaboramos esos sistemas de accesibilidad, como en
la parte formativa que se debe tener no solamente a la hora de poner
información, sino también de la recuperación. En internet circula mucha
información, pero de ahí para que se constituya conocimiento tienen que pasar
un montón de factores que son imprescindibles y necesarios para estas
construcciones. O sea, que a nosotros como profesionales, en nuestra labor,
muchos nos vaticinan la muerte. Yo siempre digo que somos como la crisálida,
nos vivimos transformando. Es cuando más trabajo tenemos. Porque siempre nos
han relacionado a un espacio físico, pero nunca nos han relacionado al producto
básico que es la información, que es lo primero que yo aprendí en la escuela de
bibliotecarios en Córdoba: que yo lo que manejaba era información, más allá del
soporte. Entonces reivindiquemos eso, porque hoy la información circula por
otros canales.
¿Qué autores
recomienda para alguien que esté interesadx en interiorizarse en el tema?
¡Shera! Shera es un gran precursor de la bibliotecología
social, digamos del comienzo, que es el que ha establecido Jesse Shera, ha dado un buen planteo de estos principios. De
Shera "Los fundamentos de la educación bibliotecológica".
Las editoriales también de Alejandro
Parada, de Información, cultura y sociendad, de una revista argentina de información bibliotecológica. Los trabajos para el área de procesamiento de
Martinez Tamayo (Ana María) y Todaro (Alicia Julia), sobre el tema de
la lista de encabezamientos y la representatividad en mujeres, razas,
religiones. Trabajos muy interesantes. Y obviamente creo que hay que
reivindicar las palabras de Josefa Sabor,
es fundamental para el área de recursos y servicios. Hay que hacer una lectura
y una relectura porque en su carta a los bibliotecarios ella establece una cuestión primordial
de la información hacia quien la demande, esa es la cuestión principal. Porque
muchas veces los catálogos son super necesarios para la accesibilidad, en
cualquier soporte. Pero si no brindan la información que el usuario necesita en
el momento no sirven de nada. El usuario tiene que ser nuestro eje movilizador siempre. Estamos en
función de ellos. Las bibliotecas sin usuarios no son nada. Y hoy tenemos un
montón de posibilidades, así que aprovechemos. Esos autores hay que leerlos.
Especialmente nombro más allá de Shera, autores argentinos con trabajos
interesantes como Tripaldi (Nicolas)
con las bibliotecas obreras,
la responsabilidad del profesional bibliotecario de Alejandro Parada, el tema de
los paradigmas, Josefa Sabor, hay que volverlos a leer. Para mi es una
literatura accesible. También las definiciones de Fua y Gimeno Perelló,
que establecen cosas muy importantes sobre la bibliotecología social,
por ejemplo una definición en español de lo que es. Esos son los autores que
recomendaría en una primera instancia.
Para cerrar esta nota, quisiera compartir con ustedes una frase de Edgardo Civallero: "La BP (bibliotecología progresista) se dio cuenta de que para construir ese otro mundo posible y deseable hacía falta posibilitar otra bibliotecología: a imaginarla y ponerla en práctica es a lo que se ha dedicado durante el último siglo".
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