lunes, 14 de septiembre de 2015

Entrevista con el licenciado Julio Díaz Jatuf: bibliotecología social, una rama que se re descubre

por Morena Fournier

El profesor y licenciado en Bibliotecología y Ciencias de la Información Julio Díaz Jatuf comenzó en el año 2012 con los cursos de Bibliotecología social: de la teoría a la práctica. Este año, bajo la temática particular de comunidades vulnerables, asistí al encuentro realizado el sábado veintinueve de agosto de 9.30 a 13hs en el Instituto de Formación Técnica Superior n° 13.

Me llamó poderosamente la atención el nombre, la especificidad: bibliotecología y social. Quise saber más. Fue así que me enteré de algo llamado bibliotecología progresista, nacida en Estados Unidos en los años ’30 “como una aplicación directa de las ideas del progresismo norteamericano al campo de las ciencias de la información de la época, la bibliotecología progresista (BP) se configuró y desarrolló como una corriente de pensamiento y acción dentro del colectivo bibliotecario, heredera a su vez de otras corrientes, movimientos y escuelas que pueden rastrearse al menos hasta el siglo XVII” (Civallero, Edgardo. Aproximación a la bibliotecología progresista). Esta sub división de la bibliotecología de la época fue mutando y cambio su nombre al expandirse por el mundo. Llegó a América del Sur y se convirtió en la ya denominada bibliotecología social, una bibliotecología expandida que no es ajena a su entorno sino que se asume como parte de la realidad en la que está inmersa la biblioteca, entendida como un centro de información fundamental para todos los pueblos y comunidades, que debe luchar a la par de sus iguales por todo lo que a la libertad y libre expresión se asocia.

Entendiendo, entonces, a la bibliotecología como algo necesariamente social, es que nos encontramos con los cursos del licenciado Díaz Jatuf. Empezamos la entrevista con un preámbulo de anécdotas profesionales y una simpleza particular que evidentemente lo caracteriza, donde entre otras cosas me cuenta su experiencia con un alumno que se le acercó después de clases: “el otro día un alumno justamente de acá (IFTS) dijo “gracias profesor porque es la primera vez que puedo contar una experiencia personal”, porque los incentivo a que no tengan miedo a equivocarse. Yo le digo que su aporte es muy valioso porque todos aprendemos, yo aprendo. “Si”, dice, “pero nunca lo pude hacer”. Y le digo: ¿cómo se va a construir el conocimiento sino? Si no damos esta intervención a los alumnos, si no les damos este lugar que es el lugar que a mí me hubiera gustado siempre tener”.

Me llamo la atención enterarme qué fue la bibliotecología progresista, cómo creció el concepto, cómo se transformó, y mutó a lo que hoy es la bibliotecología social. Es interesante esto que se plantea de qué es la bibliotecología, si es esto de estar lejos del entorno con tus libros y en tu biblioteca, o este rol comprometido que dice “si información es conocimiento, tenés que ser parte de tu contexto histórico y luchar por la democracia, la libertad de expresión, y todo lo que tiene que ver con esa información que tenés que manipular”. ¿Cómo empezó usted a relacionarse con el concepto de “bibliotecología social”?

Bueno, un poco para aclarar algunas cosas, esta cuestión de la terminología es importante, esto que detallaste de la bibliotecología progresista. Generalmente son sinónimos, lo que pasa es que están abocados desde diferentes puntos de vista. La bibliotecología progresista está más relacionada a los Estados Unidos, por el tipo de ideología, de situación con la cual se movió. Para nosotros nos ha pegado más en el cono sur la terminología de lo social, que es lo que más se involucra en esta construcción. Y yo me relaciono especialmente desde lo social como estudiante en primera instancia, cuando empiezo a ver la poca representatividad que han tenido las bibliotecas públicas, especialmente en mi ciudad en Córdoba. Pero el tema también, como estudiante, al ver que había muchas cosas que se aprendían desde la teoría que no se podían llevar a la práctica en la realidad argentina. Contacto con lo social en el aspecto que teníamos muchas veces que ver situaciones que pasaban en bibliotecas de otras partes del mundo cuando nuestras realidades eran diferentes. Por ejemplo, compañeras que trabajaban por hora en casas, en limpieza, para mantener sus estudios en bibliotecología, y de pronto no podían unir estos dos mundos de una biblioteca muy linda y con servicios a disposición, especialmente en el hemisferio norte, con una carencia muy grande de bibliotecas públicas que sucedía en nuestro país. Y ellas especialmente relacionadas en esta situación de vivir el día a día para poder mantener los estudios y no lograr valorizar ese punto de vista, que para mi hubiera sido muy importante si se bajaba esa teoría a la práctica, en los entornos que hubiéramos estado de aprendizaje. Esa fue una segunda instancia para mi muy ejemplificadora. Una tercera instancia obviamente la vi en los docentes que se separaban y había una dicotomía entre la teoría y la práctica. Y una cuarta propuesta, que fue una de las cuestiones más importantes, fue trabajar en forma comunitaria con una colega en Córdoba, con la profesora Isabel Mendoza, que hay trabajos hechos en E-lis, sobre la experiencia en las bibliotecas comunitarias con la orientación en salud, que se llevó a cabo en Córdoba en tres barrios carenciados. Entonces el contacto siempre de lo social ha sido especialmente de las realidades vivenciales, y por eso he llamado siempre a mis cursos “de la teoría a la práctica”, para poder bajar esa teoría a la realidad. Y como profesional, siempre vivenciar en las bibliotecas tanto en las públicas como en la especializada, las necesidades muchas veces no devueltas en el mostrador. Mucha gente que iba en realidad a pedir una información, pero uno veía a un estudiante cansado, agobiado, que no tenía recursos, y  trataba de ayudarlo desde donde se podía. Después lo vivencié mucho como docente, de ver muchas veces las realidades alejadas que tenían mis pares (algunos, otros no), y también de los alumnos, y lograr revertir o tratar de revertir esta situación. Y hoy como investigador me lleva a replantearme constantemente un montón de cosas, que estoy en este proceso de mejorar la situación, a ver qué es lo que se puede hacer y producir conocimiento a través de la cátedra libre en bibliotecología social, que para eso se está trabajando, especialmente con cuatro líneas de investigación: se sigue  con las bibliotecas comunitarias con orientación en salud, bibliotecas multiculturales es otra línea, se trabaja también sobre información y género, y sobre necesidades de información en las comunidades GLTTIBQ, a la comunidad gay y lésbica. Hoy mi labor social por excelencia es formar gratuitamente a la comunidad interesada, no solamente estudiantes, no solamente colegas docentes, sino a todo aquel que le interesa la temática y que es parte en la construcción del conocimiento, que está relacionado con las bibliotecas, los museos y la archivología, que trabajamos dentro de las ciencias de la información y de la comunidad abierta.

¿Podríamos decir que la bibliotecología social es una especie de militancia, o una rama más combativa de la bibliotecología?

Muchas veces con la palabra militancia hay que tener cuidado porque se la asocia con una ideología, pero si me gusta usar la palabra cuestionadora. La bibliotecología social es por excelencia cuestionadora. Porque obviamente se centra en dos situaciones primordiales, que son el compromiso social que debe tener el profesional de la información, que somos nosotros, no solo a nivel disciplinar sino nosotros como profesionales comprometidos con el sistema social y político. A la palabra política no hay que tenerle miedo porque estamos dentro de procesos políticos. Por ahí las ideologías son otras cosas. Pero sí en primera instancia ese compromiso que debemos tener y asumir. Y en segunda instancia cuestionar también lo que la disciplina tiene, porque muchas veces establecen cosas que se dan por certeras y no lo son. Cosas que se dan por claras, concretas, y tampoco lo son. Todo es plausible de ser mejorado, pero siempre relacionándose con el entorno. Nosotros como profesionales bibliotecarios, profesionales de la información, servimos a comunidades definidas. Nuestro entorno no está puesto solamente en las paredes sino que tenemos que ir más allá de los muros. Sacar las bibliotecas a las plazas. Sacar las bibliotecas a las canchas. Sacar la lectura a todos los espacios públicos, ¿por qué no? Hay que trabajar para ello. Entonces, ¿qué es lo que tendría que ser la bibliotecología social para mí? Cuestionadora completamente, no para ponerle palos en la rueda, al contrario, para buscar un consenso y mejorar. Estoy cansado de estructuras de hace años, que se conformaron máquinas de impedir, a nivel disciplinar. Hoy hay que revertir eso de manera urgente y hacer una bibliotecología cuestionadora y constructiva positivamente, que es para mí lo que hoy tiene que ser la bibliotecología social.

¿Considera que la bibliotecología social puede ser una sub disciplina dentro de una bibliotecología general? Y si ese es el caso, ¿podemos hablar también de una bibliotecología científica? O quizás es un gran comodín que se puede adaptar tanto a un lado más científico como a un lado más social.

La bibliotecología por naturaleza tiene que ser social. Ser social no significa sacar los métodos científicos que tenemos de las ciencias sociales, porque eso lo podemos seguir abordando. Social también significa ser empírico, metódico en las investigaciones. Tiene que ser social en todos sus aspectos, pero una cosa no quita la otra. Me encantaría poderle sacar la palabra social a la bibliotecología, pero lamentablemente en un momento de la historia se separó y la disciplina pasó a constituir algo de lugares cerrados, lúgubres, de conocimientos egoístas que no se compartían. No digo de todos los profesionales, hay profesionales especialmente en las bibliotecas públicas y comunitarias que siguen haciendo una gran labor. Y poderla plantear desde diferentes puntos de vista. Hoy yo sigo hablando de bibliotecología por más que se diga social, tomando siempre la parte académica, mi lugar especialmente de injerencia de la bibliotecología social es a partir de la construcción en la educación superior, y poder hacer la devolución a la comunidad en todo lo disciplinar que se va viendo. Pero espero que en un futuro cercano se le saque social y siga siendo bibliotecología o en sus versiones a futuro, que quizás tengamos que cambiar el nombre de nuestra disciplina, pero siempre seremos profesionales de la información. Quizás nos tengamos que llamar infotecarios, no lo sé. Habrá que ver cómo evoluciona y hablar solamente de lo disciplinar, por ahora de la bibliotecología. Eso espero.

¿Es la alfabetización informacional, a esta altura, en este siglo y en el año 2015, un problema tan grande de profesionales como de usuarios, como lo fue en un principio? Está bien que hay comunidades que no tienen acceso por igual, pero la tecnología está mucho más inmersa en el día a día como para que la alfabetización informacional sea un gran conflicto.

Yo creo que sí, porque en la era de la información es cuando más desinformación hay, lamentablemente. Entonces muchas veces los sistemas son máquinas de impedir o de obstaculizar. Antes quizás estaba puesto en el ser humano cuando se negaba una información. Hoy muchas veces si vemos un determinado formulario para completar o llenar en línea por ejemplo, son tantos los requisitos, los pruritos, muchas veces por el hecho de que hay intereses sobre los datos, y que constituyen otras bases de datos, y se van estableciendo sub productos de productos. Entonces, sí, hay que hacer un abordaje sobre la alfabetización, es fundamental, pero para hacerla cada vez más accesible e inclusiva, una tecnología social por un lado. Y por el otro lado conformar espacios éticos de información, tanto de los profesionales mismos que elaboramos esos sistemas de accesibilidad, como en la parte formativa que se debe tener no solamente a la hora de poner información, sino también de la recuperación. En internet circula mucha información, pero de ahí para que se constituya conocimiento tienen que pasar un montón de factores que son imprescindibles y necesarios para estas construcciones. O sea, que a nosotros como profesionales, en nuestra labor, muchos nos vaticinan la muerte. Yo siempre digo que somos como la crisálida, nos vivimos transformando. Es cuando más trabajo tenemos. Porque siempre nos han relacionado a un espacio físico, pero nunca nos han relacionado al producto básico que es la información, que es lo primero que yo aprendí en la escuela de bibliotecarios en Córdoba: que yo lo que manejaba era información, más allá del soporte. Entonces reivindiquemos eso, porque hoy la información circula por otros canales.

¿Qué autores recomienda para alguien que esté interesadx en interiorizarse en el tema?


¡Shera! Shera es un gran precursor de la bibliotecología social, digamos del comienzo, que es el que ha establecido Jesse Shera, ha dado un buen planteo de estos principios. De Shera "Los fundamentos de la educación bibliotecológica". Las editoriales también de Alejandro Parada, de Información, cultura y sociendad, de una revista argentina de información bibliotecológica. Los trabajos para el área de procesamiento de Martinez Tamayo (Ana María) y Todaro (Alicia Julia), sobre el tema de la lista de encabezamientos y la representatividad en mujeres, razas, religiones. Trabajos muy interesantes. Y obviamente creo que hay que reivindicar las palabras de Josefa Sabor, es fundamental para el área de recursos y servicios. Hay que hacer una lectura y una relectura porque en su carta a los bibliotecarios ella establece una cuestión primordial de la información hacia quien la demande, esa es la cuestión principal. Porque muchas veces los catálogos son super necesarios para la accesibilidad, en cualquier soporte. Pero si no brindan la información que el usuario necesita en el momento no sirven de nada. El usuario tiene que ser nuestro eje movilizador siempre. Estamos en función de ellos. Las bibliotecas sin usuarios no son nada. Y hoy tenemos un montón de posibilidades, así que aprovechemos. Esos autores hay que leerlos. Especialmente nombro más allá de Shera, autores argentinos con trabajos interesantes como Tripaldi (Nicolas) con las bibliotecas obreras, la responsabilidad del profesional bibliotecario de Alejandro Parada, el tema de los paradigmas, Josefa Sabor, hay que volverlos a leer. Para mi es una literatura accesible. También las definiciones de Fua y Gimeno Perelló, que establecen cosas muy importantes sobre la bibliotecología social, por ejemplo una definición en español de lo que es. Esos son los autores que recomendaría en una primera instancia. 

Para cerrar esta nota, quisiera compartir con ustedes una frase de Edgardo Civallero: "La BP (bibliotecología progresista) se dio cuenta de que para construir ese otro mundo posible y deseable hacía falta posibilitar otra bibliotecología: a imaginarla y ponerla en práctica es a lo que se ha dedicado durante el último siglo".


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